Tan natural como hablar de un comedor, de un salón o un dormitorio, debería ser hablar de una veranda o terraza acristalada. No me interesa ahora entrar en problemas terminológicos para denominar ese espacio acristalado (cerramiento, veranda, salón de invierno…), sino que me gustaría sólo compartir esta idea y esperanza: todas las viviendas deben tener un acristalamiento.
Como envoltura térmica se ha demostrado muchas veces que resultan ser eficientes y ecológicas. En primer lugar por el ahorro en pérdidas de calor, pero también por el calor que recoge con una adecuada orientación. Además, hay que tener en cuenta que durante el tiempo que se ocupa el cerramiento no es necesario el consumo de de luz artificial ni estufas, etc.
Aprovechamiento de los metros construidos. No olvidemos que el precio por metro cuadrado que hemos pagado incluye esas terrazas muy pocas veces aprovechables. No se trata de ampliar la vivienda, sino de usarla más y mejor. ¿Hay algún sitio mejor donde jugar con los hijos, leer un libro, tomar cerveza o cigarrillos sin morir de frío?
En países como Francia, Alemania o Inglaterra, donde la población es más rural, las verandas, conservatories, etc., forman parte fundamental de las viviendas. Ojalá en España tuviéramos todos la oportunidad de vivir en un unifamiliar con un saloncito acristalado, techo de cristal, etc., pero la realidad es que casi toda la población vive en pisos. Por eso la terraza acristalada es nuestra oportunidad de disfrutar intensamente los cambios de estaciones y el contacto con la naturaleza.
El ocio es importante. Hay personas que disfrutan teniendo un despacho, una salita de recreo, un gimnasio casero, sala de lectura, etc. Llevamos vidas automatizadas y el poco espacio que queda para ser uno mismo suele desenvolverse en casa. Todas las aficiones necesitan tiempo y espacio, y nuestra casa es el lugar más cómodo y personal para reencontrarse con nuestra propia naturaleza. Salir del típico habitáculo entre cuatro paredes facilita esa expansión del alma.
Favorece el amor. Un estudio de la Universidad de Auckland en Nueva Zelanda dirigido por el doctor Celan del departamento de Arquitectura emocional, indagó entre más de seiscientos matrimonios, diferenciando entre aquellos que vivían en entornos luminosos y los que lo hacían en pisos con pocas horas de luz solar.
El estudio dio como resultado que los matrimonios que compartían un entorno luminoso hacían hasta un 80% más el amor y sólo un 5% terminaba en divorcio o aburrimiento disimulado.
Por último, el estudio advertía que en consecuencia, los cerramientos acristalados impiden el despoblamiento. 😉
Necessary cookies are absolutely essential for the website to function properly. This category only includes cookies that ensures basic functionalities and security features of the website. These cookies do not store any personal information.
Any cookies that may not be particularly necessary for the website to function and is used specifically to collect user personal data via analytics, ads, other embedded contents are termed as non-necessary cookies. It is mandatory to procure user consent prior to running these cookies on your website.